sábado, 11 de abril de 2009

La vida tuenti


Prometo ser tan feliz en mi vida como mi perfil de tuenti pueda aparentar. Intentaré que mis historias se resuman sólo en millones de fotos sonriendo con millones de personas que sonríen a su vez. Y que no haya más. Que la enfermedad, la muerte, la pobreza del fin de mes, las decepciones, las despedidas, las malas noticias no tendrán cabida en este rincón.

Mi perfil también luchará por ser enfermizamente más alegre y estiloso que el del vecino; anunciaré a bombo y platillo que mi perro ha crecido medio centímetro mediante eventos, pero nadie sabrá que me he licenciado. En mis fotos jamás saldrá una lágrima o una mala cara, sólo cenas, borracheras, viajes y bailes - para que parezca que es lo único que ocurre en mi vida -, no colgaré llantos, tristezas, enfados o ansiedades.

Porque soy sólo y sólamente lo que mi tuenti dice de mí, en mi día a día nunca ocurrirá nada que no pueda comentarse por aquí. Y mejor cuantos más de vosotros decidáis participar en este circo de trivializaciones y escaparates sin trastiendas, así será más creíble, más real, más verídico que nadie ni de mi alrededor ni yo misma tenemos problemas y que vivo una vida tuenti donde la amistad cabe en un número entre paréntesis, las fotos son en exclusiva en las que YO salga bien - que les jodan a los demás y que se desetiqueten -, mis aficiones un recuadro a la izquierda y mi tablón un lugar donde todo el mundo pueda decir lo fantástico que es conocerme.

- Welcome to Matrix -



Lua

jueves, 9 de abril de 2009

Humo


Lo que soy, lo soy en silencio. No suele ser a menudo, pero hay días, horas que necesito pasar en el más estricto silencio porque hay sonidos del ambiente que no quiero perderme, que a veces me pasan desapercibidos: el tacto de la piel, la respiración de mi perro al dormir, a mi padre cantando "Cantinero de Cuba" desde el fondo de su habitación. Es entonces cuando la vida me merece la pena.

Desde que mi madre dejó de fumar los ceniceros en mi casa sólo son decorativos. Siempre me he preguntado por qué nunca empecé a fumar a la edad natural, a los 12 años cuando era lo socialmente admitido. He creado millones de teorías ad hoc para darle sentido, siempre al hilo de la conversación del momento. Lo cierto es que el acto en sí casi me parece poético, desde fuera claro, a los ojos de algún director de cine que se moleste en dedicarle dos o tres fotogramas al asunto. Desde dentro no, desde dentro, cuando alguien me fuma un cigarro en la cara, me da asco. Simplemente.

Horas de vacío para pensar en nada y ponerlo por escrito.


Lua


¿Cuál es mi eufemismo, extraño?

lunes, 30 de marzo de 2009

Fuera de contexto


Con sumo cuidado siempre, no sea que se me escurriera alguna opinión que no fuera a ser de tu agrado, de las que te exaltan, te enervan, te encienden, te descomponen, de alteran, te sacan de quicio, te envalentonan y te violentan, hora sí, hora también, a lo que no sé enfrentarme, que no quiero, vaya, porque me siento estúpida, porque para mí no es trascendental lo que un cualquiera opina del SIDA, porque para mí lo que trasciende son los modos y maneras, el absolutismo y la tiranía de los argumentos regurgitados ya por los catedráticos del mal de la calle, por tantas canciones y tan malas, por muchos, demasiados, antes que tú.

Que aquí opina hasta el Papa si quiere, y si no quiere también, que lo católico es estar informado y opinado, requeteopinado mejor si se puede, y prevalecer y revalidar lo que uno lleva pensando como buen feligrés, con la pasión y la fe requeridas, durante siglos, ¿qué no habrá escuchado el púlpito papal en la plaza esta tan famosa?. Y al pobrecito laico que levanta la mano y el corazón del sursuncorda entonando el meaculpa del desconocimiento, a ése, hierro y potro, por hereje, por judío, por nazi, por rojo, por heterodoxo, qué más da, por nos aber jugar al juego de opinar con fervor, por no sentar cátedra al hablar, por opinar con humildad y misericordia, que luego la Santa Inquisición de la pedantería sin biblioteca viene con las rebajas y los fuegos revueltos donde quemar a los traidores que, pobrecitos míos, alguna vez opinaron sin contar con tu aprobación episcopal.



Lua

miércoles, 18 de febrero de 2009

Mortal y Rosa


Lleva muchos días persiguiéndome este texto allá a donde voy, en el tren, en el metro, por las paredes... así que lo traigo al hocino, que permanezca aquí impasible a las menudencias que el tiempo deja en las páginas de papel. Él, Francisco Umbral, por haber grabado a fuego un párrafo:

Sólo encontré una verdad en la vida, hijo, y eras tú. Sólo encontré una verdad en la vida y la he perdido. Vivo de llorarte en la noche con lágrimas que queman la oscuridad. Soldadito rubio que mandaba en el mundo, te perdí para siempre. Tus ojos cuajaban el azul del cielo. Tu pelo doraba la calidad del día. Lo que queda después de ti, hijo, es un universo fluctuante, sin consistencia, como dicen que es Júpiter, una vaguedad nauseabunda de veranos e inviernos, una promiscuidad de sol y sexo, de tiempo y muerte, a través de todo lo cual vago solamente porque desconozco el gesto que hay que hacer para morirse. Si no, haría ese gesto y nada más.

Qué estúpida la plenitud del día.
¿A quién engaña este cielo azul, este mediodía con risas? ¿Para quién se ha urdido esta inmensa mentira de meses soleados y campos verdes? ¿Por qué este vano rodeo de la muerte por las costas de la primavera?

El sol es sórdido y el día resplandece de puro inútil, alumbra de puro vacío, y en el cabeceo del mundo bajo un viento banal sólo veo la obcecación vegetal de la vida, su torpeza de planta ciega. El universo se rige siempre por la persistencia, nunca por la inteligencia. No tiene otra ley que la persistencia. Sólo el tedio mueve las nubes en el cielo y las olas en el mar.

viernes, 13 de febrero de 2009

Gris ceniza


Me he pasado el día sola. Por la mañana mirando manuscritos bizantinos en mi casa y por la tarde, tren. Hoy me he dado cuenta de que yo sería un poco más normal si no pasara tres horas y media a diario sentada en un vagón. Me hace relativizarlo todo, inlcuso el tiempo, que RENFE estira, contrae, aplasta, riza, gira, moldea y retuerce con tanta maestría, parece como si los minutos también fueran de su propiedad, todos suyos, escritos en verde en los paneles informativos de cada vía, hacen ostenciación pública mientras los demás esperamos un rato largo (¿cómo saber cuánto si no lo dicen ellos?) a que GUADALAJARA 3 min se convierta en GUADALAJARA 2 min. El tren casi me ha enseñado a esperar, lo ha intentado, podría haber leído entre líneas la metáfora de "no va a llegar antes sólo porque tú quieras", pero sigo impacientándome por llegar a Chamartín, a Cantoblanco o a cualquier otra parte.


Me he cruzado con mi abuelo en la estación de tren, antes de ir a la complutense. Lo quiero muchísimo y me he dado cuenta hoy. Es el único en mi familia realmente orgulloso de que yo estudie filología clásica. El resto de mi complicada historia universitaria la conoces bien.



Lo peor de hoy ha sido la ceniza, sin duda alguna. Desde que he montado en Azuqueca, hasta que he llegado a mi casa me sentía gris opaco y a mitad del trayecto me he dado cuenta de que estaba escuchando Tom Waits, quizá haya sido culpa suya, pero me ha inspirado tantas veces para escribir que prefiero no culpar de nada al pobrecitomíoquenohacemalanadie.



En clase mal, muy mal. Otra vez esa sensación de que yo no pertenezco a este mundo o a este lugar o a este momento. Hablando con los compañeros, parece ser que todo el mundo tiene argumentos razonables e ideas razonadas sobre casi cualquier tema, por mi parte yo sólo tengo sensación enfrentadas, nociones básicas y gustos estrambóticos por definir. Creo, sinceramente, que no tengo una opinión formada sobre la tauromaquia y me ha dado pereza construirla en el tren de vuelta. ¿Por qué clásicas? para no acumular fascículos de Planeta deAgostini en pequeñas montañitas de fracaso personal. Y por mil cosas más, claro. Por inevitabilidad histórica: porque yo no sería yo si no estudiara clásicas; porque podría haber sido cualquier otra persona, porque puedo serlo cuando quiera.



Lua

jueves, 12 de febrero de 2009

Pequeñeces e insignificancias


Vengo al hocino con las confesiones de medianoche, esas verdades a medias rodeadas de misterio que se cuentan al primer cualquiera que se sienta en la barra del bar a compartir un whiskey de reproches, reproches a la mujer, al jefe, a la Navidad, a la vida misma que se queda en la puerta para volver a rodearte con el brazo por encima del hombro de camino a casa.

Yo lo he hecho. Otra vez. Otra vez contando demasiadas historietas donde el malo soy yo misma, o el destino, si se cree en él. Pero sin bar, sin whiskey, sin espectador y casi sin conciencia. Derrochando desmesura en la tragicomedia de cada anécdota.

¿Y todo para qué? para arrepentirme al día siguiente de haber hablado tanto de todo y de mí y de vuelta a mis rincones a sentirme gilipollas. No doy respiro a mi tetera, té tras té, arañando con la cuchara mi fiel taza de Starbucks, derrotada, pobrecita ella, de escuchar tanta idea estúpida, de responder con quieto silencio a preguntas fatídicas y agoreras del tipo "¿qué pasaría si yo..?". Porque la duda es de piel y hueso, la duda está aquí delante de mí.

Pero no es posible, ni siquiera real. Ya va siendo hora de que a mis 22 años empiece a diferenciar la verdad de la ficción, de que sepa que mis manías son reales aunque parezcan de chiste, aunque me sienta cómoda hablando de ellas, que no sé encender mecheros de ruleta ni esperar a alguien que se retrasa, que me toco el pelo cuando bebo agua, que tengo que cerrar todas las puertas y doblar bien todas las esquinas de papel. Son más reales que graciosas, aunque no sea consciente de ello.

Me ha llevado muchas horas construir este castillo en las nubes donde esconder los sentimientos, que en realidad ya han empezado a existir. Me subiré con la tetera a mirar el mundo desde arriba, a esperarte, a esperar el día en el que al pensar en ti no se me enciendan las mejillas. Se pasará, antes o después, y dejaré de sentirme ridícula por el simple hecho de cruzarme contigo en cualquier bar, en cualquier whiskey.

Por lo que podría haber sido y nunca será. Por todo lo que ya te he contado fuera del horario de visitas, por todos los insignificantes pecados que pienso cada vez que hablo contigo. Por las pequeñeces que nunca tendrán mayor importancia.




Lua

viernes, 6 de febrero de 2009

Who in the world am I?


'Dear, dear! How queer everything is today! And yesterday things went on just as usual. I wonder if I've been changed in the night? Let me think: was I the same when I got up this morning? I almost think I can remember a little diference. But if I'm not the same, the next question is, "Who in the world am I?" Ah, that's the great puzzle!' And she began thinking over all the children she knew that were of the same age as herself, to see if she could have been changed for any of them. 'I'm sure I'm not Ada' she said, 'for her hair goes in such long ringlets, and mine doesn´t go in ringlets at all; and I'm sure I can´t be Mabel, for I know all sorts of things, and she, oh! she knows such a very little! Besides, she's she, and I'm I, - oh dear, how puzzling it all is! I'll try if I know all the things I used to know. [...]


'I'm sure those are not the rights words', said poor Alice, and her eyes filled with tears again as she went on, 'I must be Mabel after all, and I shall have to go and live in that poky little house, and have next to no toys to play with, and oh! ever so many lessons to learn! no, I've made up my mind about it; If I'm Mabel, I'll stay down here! It'll be no use their putting their heads down and saying "Come up again, dear!" I shall only look up and say "Who am I then? Tell me that first, and then, if I like being that person, I'll come up: if not, I'll stay down here till I'm somebody else"


Alice's adventures in Wonderland. Lewis Carroll.

lunes, 19 de enero de 2009

Madrid


A nuestra izquierda, la autovía de Barcelona zumbaba a todas horas como una jaula de grillos mecánicos, pero entre la valla que delimita nuestras posesiones y la que señalaba los dominios de la autopista, se habían quedado atrapadas algunas casitas bajas que el Ministerio de Obras Públicas, por alguna desconocida razón, había renunciado a expropiar en su momento.

Pequeñas, chatas, encaladas, con sus arbolillos raquíticos y sus rosales infectadospor el perpetuo azote del humo que derrochan los tubos de escape en la articulada pero infinita elipse que dibuja el tráfico entre Madrid y el aeropuerto, parecían ya un vestigio arqueológico catalogado y protegido, una reliquia intencionada, cuidadosamente preservada para enseñar a las generaciones futuras cómo se vivía en este país cuando la distancia entre la pobreza y la opulencia - una resta tan exigua que una sola generación ha llegado a conocerlas casi a la vez - ya no pueda producirles vértigo.

A mí me gustaban aquellas casas, me gustaba verlas desde cualquier gigantesco ventanal de nuestro edificio inteligente, me gustaba saber que estaban ahí, resistiendo imperturbables a la especulación y a la síntesis de tantos materiales inefables, contribuyendo con su heroica modestia a la gran paradoja del siglo que viene, cuando esta ciudad malquerida, maltratada, maltrecha, se convertirá sin duda, gracias a tanto descuido, a tando desamor, a tantos crímenes de la razón y a la insospechada fortaleza de su carácter, en el más exhaustivo y monumental catálogo de la arquitectura urbana del siglo pasado, el nuestro, porque casi nada de lo que se haya podido destruir para construir encima, ha dejado casi nunca de destruirse aquí, y la piel de las ciudades envejece también, como la de sus hijos, pero el tiempo posa sobre sus poros de piedra, de cristal, de cemento, una patina brillante y bella, dorada, tensa, tan inexorable su poder como el que ahonda los surcos que el mismo tiempo abre sin piedad en las esquinas de nuestros labios, de nuestros ojos, de nuestra frente. Madrid es una resistente nata.


"Altas de geografía humana". Almudena Grandes.

miércoles, 7 de enero de 2009

Diario de un peatón


Diario de un peatón, es la verdad,
no supe conducir ni conducirme,
busqué en las ruinas de la vanidad,
no pongo fechas por no desvivirme.

No necesito la necesidad
del más que tú, ni quiero redimirme,
pecados vespertinos de la edad,
también fui joven antes de morirme.

Versiones primerizas, descartados
romances que quisieron ser canciones,
fósiles amarillos en el desván.

Recuerdos para los desconsolados
que embalsaman sus propias rendiciones,
con versos que no saben dónde van.

J. Sabina

jueves, 25 de diciembre de 2008

Ruido


Y a todo esto, tú. Por todas partes, desparramado y desordenado. Lo que mire, lo que piense, incluso cuando no pienso en nada y dejo la mente en blanco para mirar por la ventana, ahí vuelves tú, como una transparencia diminuta en las olas de vacío que mueven el aire de habitación. Cerrando la puerta por si te escapas.

Hace tiempo sé que creí en el amor, en el amor adolescente de primera juventud. Con el tiempo en el desamor, por encima de todas las cosas. Causa y consecuencia. ¡Cuántas veces después no lo confundí con el sexo baladí! Renuncié a todo esfuerzo de conocer y dejarme conocer, con la misma esperanza de futuro que alberga el peor de los miserables. Vagar como otra sombra gris por debajo de los rascacielos de la capital, escuchando a algún solitario tocar la trompeta y con novelas agrias de Paul Auster cerca del corazón derecho.

Mírame ahora, miedo a que este cuento de hadas postmoderno se deshaga como se deshicieron antes de ti las fábulas griegas de medio pelo, de las que no aprendí moraleja alguna; a que se vayan por la puerta grande, pañuelo en mano, las conversaciones interminables, el calor humano, las doce horas como doce minutos, el sexo compartido y los domingos por la tarde.

La lexicofobia sólo es uno más de los terrores: si lo nombro, aparecerá, se hará realidad. Después de la lateralidad y la cronología, es mi gran problema, la realia no siempre coincide con lo que yo creo ver en el espejo y ahora, aunque haya una niña gorda de 14 años gritando desde el fondo, está desenfocada, en plano americano apareces tú, sonriéndome y abrazándome con la mirada. Día sí, día también. En mi espejo. En el de mi baño rosa. A las 7 de la mañana. Antes de todas las dudas. Antes de empezar a ser yo. Antes de ceder el sueño a la luz de la mañana. Siempre antes, siempre. Siempre a vueltas con la misma pregunta de todos los días: "si esto no lo es, ¿qué coño es, entonces, el amor?"



Lua

domingo, 2 de noviembre de 2008

Alta mar


Con la cabeza sumergida en agua, el ajetreo de tareas postergadas es sólo una música de fondo. ¿Quién no ha querido nunca nadar en su propia taza de té? Imaginar el calor por el calor mientras fuera hace frío invernal y las conciencias, diluyéndose con el azúcar, bailan al son de la cuchara, le bailan el agua a la cretina sin acento que en el salón se toca un tango medio francés.

Hoy he probado el mar, la mar. La inmensidad de las horas en el silencio atronador - los dedos tapando los oídos - y un domingo que no escocía al derramarse por mi piel. El tiempo en alta mar no sabe a Camberbert revenido, sabe a regaliz del bueno y hasta el alma es relativa en tu cama.

Mañana, lunes, la bolsa de Pu-Erh volverá a girar encima del agua hirviendo, y yo con ella, para marearnos juntas, para perder de vista la realidad, para encerrar la mar profunda dentro de mi taza de té.



Lua

lunes, 22 de septiembre de 2008

La tiranía de la burocracia






Más de dos meses con todos sus días yendo de oficina en oficina con los papeles equivocados y las fotocopias sin compulsar. Escuchando millones de excusas nuevas por las cuales nunca me iba a casa matriculada en el Máster de Filología Clásica. Yo, pacientemente, fui de ventanilla a mostrador y de mostrador a sala de esperar, mientras mi ira se acumulaba poco a poco, grano a grano, hasta que mi voz empezó a volverse más áspera, la misma voz que los primeros días acompañaba a una sonrisa espléndida, respondiendo a la filosofía de: "si sólo hay que ser amable con ellas".

Ellas son las funcionarias, las que tienen los formularios, las reinas de los sellos que compulsan fotocopias por el módico precio de 8,50€. Las rubias de laca y rimel, de las gafas de pasta con cadena, del "pero a ver". Gobiernan sin ley y sin Dios a un pueblo que siente pavor ante una casilla mal rellenada o un dato sin escribir, a que falte una fotocopia de DNI y ordenen coger un nuevo número y a esperar una nueva cola, quien, como un único ser, celebra tu derrota entre carcajadas y cuchicheos.

Estaba convencida, por aquello de mirarlo por el lado bueno, de que en la última ventanilla la última secretaria me daría el premio de la gynkana, me daría una bolsa de 10 euros en chucherías, además del papel final de la matrícula.

Pero eso nunca llegó a ocurrir, me cansé en mitad del proceso y un buen día decidí dejar de tirar mi dinero en RENFE para ir de la autónoma a la complutense a "arreglar papeles" porque mi vida se estaba enturbiando y ni siquiera había empezado el posgrado. Caminaba por la calle con un odio resentido hacia cualquier mujer viandante que encajaba en el perfil de funcionaria-con-sello-de-compulsar y, en más de una ocasión, se me ocurrió acercarme a pedir explicaciones por todos los agravios con muy pocos modales, los pocos que me quedaban, los que ellas me habían quitado paulatinamente en cada mostrador.


Hace unos días volví a ver Las doce pruebas de Astérix y Obélix y me alegré profundamente de que alguien hubiera entendido el chiste de la burocracia.



Lua

jueves, 28 de agosto de 2008

El hombre del perpetuo bastón


Hoy vengo con la sonrisa de los domingos. Me encantaría fotocopiar este texto de Borges (te adoramos, óyenos) y pegarlo por todas las farolas y marquesinas de mi pueblo, atiborradas siempre de publicidad de la mala, publicidad del Paint.


Lo traigo porque me gusta y a la vez me da por culo. Siempre se me queda la misma sensación después de ver, leer o escuchar una genialidad, esa pregunta que se retuerce sobre sí misma: ¿por qué no se me ocurrió a mí primero?.


La casa de Asterión


Y la reina dio a luz un hijo

que se llamó Asterión.

Apolodoro: Biblioteca, III, I



Sé que me acusan de soberbia, y tal vez de misantropía, y tal vez de locura. Tales acusaciones ( que yo castigaré a su debido tiempo) son irrisorias. Es verdad que no salgo de mi casa, pero también es verdad que sus puertas (cuyo número es catorce) están abiertas día y noche a los hombres y también a los animales. Que entre el que quiera. No hallará pompas mujeriles aqui ni el bizarro aparato de los palacios pero si la quietud y la soledad. Asimismo hallará una casa como no hay otra en la faz de la tierra. (Mienten los que declaran que en egipto hay una parecida). Hasta mis detractores admiten que no hay un solo mueble en la casa. Otra especie ridicula es que yo, Asterión, soy un prisionero. ¿Repetiré que no hay una puerta cerrada, anadiré que no hay una cerradura? Por lo demás, algún atardecer he pisado la calle; si antes de la noche volví, lo hice por el temor que me infundieron las caras de la plebe, caras descoloridas y aplanadas, como la mano abierta. Ya se había puesto el sol, pero el desvalido llanto de un niño y las toscas plegarias de la grey dijeron que me habían reconocido. La gente oraba, huía, se posternaba; unos se encaramaban al estilóbato del templo de las Hachas, otros juntaban piedras. Alguno, creo, se ocultó en el mar. no en vano fue una reina mi madre; no puedo confundirme con el vulgo, aunque mi modestia lo quiera.


El hecho es que soy único. No me interesa lo que un hombre pueda trasmitir a otros hombres; como el filósofo, pienso que nada es comunicable por el arte de la escritura. Las enojosas y triviales minucias no tienen cabida en mi espiritu, que está capacitado para lo grande; jamás he retenido la diferencia entre una letra y otra. Cierta impaciencia generosa no ha consentido que yo aprendiera a leer. A veces lo deploro, porque las noches y los días son largos.

Claro que no me faltan distracciones. Semejante al carnero que va a embestir, corro por las galerías de piedra hasta rodar al suelo, mareado. Me agazapo a la sombra de un aljibe o a la vuelta de un corredor y juego a que me buscan. Hay azoteas desde las que me dejo caer, hasta ensangrentarme. A cualquier hora puedo jugar a estar dormido, con los ojos cerrados y la respiración poderosa. (A veces me duremo realmente, a veces ha cambiado el color del día cuando he abierto los ojos). Pero de tantos juegos el que prefiero es el de otro Asterión. Finjo que viene a visitarme y que yo le muestro la casa. Con grandes reverencias le digo: Ahora volvemos a la encrucijada anterior o Ahora desembocaremos en otro patio o bien decía yo que te gustaría la canalta o Ahora verás una cisterna que se llenó de arena o Ya verás como el sótano se bifurca. A veces me equivoco y nos reimos buenamente los dos.

No sólo he imaginado esos juegos; también he meditado sobre la casa. todas las partes de la casa están muchas veces, cualquier lugar es otro lugar. No hay un aljibe, un patio, un abrevadero, un pesebre; son catorce[*] los pesebres, abrevaderos, patios, aljibes. La casa es del tamaño del mundo; mejor dicho, es el mundo. Sin embargo, a fuerza de fatigar patios con un aljibe y polvorientas galerías de piedra gris he alcanzado la calle y he visto el templo de las Hachas y el mar. Eso no lo entendí hasta que una visión de la noche me reveló que también son catorce los mares y los templos. Todo está muchas veces, catorce veces, pero dos cosas hay en el mundo que parecen estar una sola vez: arriba, el intrincado sol; abajo, asterión. quizá yo he creado las estrellas y el sol la enorme casa, pero ya no me acuerdo.

Cada nueve años entran en la casa nueve hombres para que yo los libere de todo mal. Oigo sus pasos o su voz en el fondo de las galerías de piedra y corro alegremente a buscarlos. La cremonia dura pocos minutos. uno tras otro caen sin que yo me ensangrinte las manos. Donde cayeron, quedan, y los cadaveres ayudan a distinguir una galería de las otras. Ignoro quiénes son, pero sé que uno de ellos profetizó, en la hora de su muerte, que alguna vez llgaría mi redentor. desde entonces no me duele la soledad, porque sé que vive mi redentor y al fin se levantará sobre el polvo. Si mo oído alcanza todos los rumores del mundo, yo percibiría sus pasos. Ojalá me lleve a un lugar con menos galerías y menos puertas. ¿Como será mi redentor?, me pregunto. ¿Será un toro o un hombre? ¿Será tal vez un toro con cara de hombre? ¿O será como yo?



El sol de la mañana reverberó en la espada de bronce. Ya no quedaba ni un vestigio de sangre.-¿Lo creerás, Ariadna? - dijo Teseo -. El minotauro apenas se defendió.





¡Ay!

Lua

jueves, 7 de agosto de 2008

Reencuentro poético


Camino de Alcocer, un arriero lleva un saco de esos viejos con marca de siembra de patata, pero vacío, busca algo con que llenarlo. Con un sombrero de paja, pero no, no lleva una espiga en la boca, aunque la piel curtida revela las sendas recorridas, el sol por el que se ha arrastrado y los pueblos que ha conocido lo revelan sus ojos, que nunca miran aquí o allí. Lo están mirando todo a un mismo tiempo, aquí, allí, aquí y allí.


El saco vacío cuelga del hombro derecho con la rutinaria espera de quien sólo tiene esperanza de rutina. Pero hoy no serán patatas, ni trigo. Aquí somos más de aquí, no hay café, ni mulas, ni Juan Valdés. Hay un hocino y una montaña de cosas que alguien ha tirado en él. Ve cómo algunas están destrozadas, se nota que fueron lanzadas con rabia; otras tantas, las de la derecha, están colocadas con esmero, como si ése tuviera que ser su sitio natural mientras a alguien le pesaba dejarlas allí (sí, parece que la mayoría se escriben con mayúscula); y luego está esto otro, un puñado de sinsentidos que parecen más olvidados que desterrados, su dueño los puso ahí como quien deja las llaves en la mesa del recibidor.


Hay una poesía, que son todas las poesías del mundo. Cubierta de polvo, en una bola de papel amarillento está la voz que se debía a alguien. Surgida de la nada, así, La voz a ti debida:



"Tú vives siempre en tus actos.
Con la punta de tus dedos
pulsas el mundo, le arrancas
auroras, triunfos, colores,
alegrías: es tu música.
La vida es lo que tú tocas.


De tus ojos, sólo de ellos,
sale la luz que te guía
los pasos. Andas
por lo que ves. Nada más.

Y si una duda te hace
señas a diez mil kilómetros,
lo dejas todo, te arrojas
sobre proas, sobre alas,
estás ya allí; con los besos,
con los dientes la desgarras:
ya no es duda.
Tú nunca puedes dudar.

Porque has vuelto los misterios
del revés. Y tus enigmas,
lo que nunca entenderás,
son esas cosas tan claras:
la arena donde te tiendes,
la marcha de tu reloj
y el tierno cuerpo rosado
que te encuentras en tu espejo
cada día al despertar,
y es el tuyo. Los prodigios
que están descifrados ya.

Y nunca te equivocaste,
más que una vez, una noche
que te encaprichó una sombra
-la única que te ha gustado-.
Una sombra parecía.
Y la quisiste abrazar.
Y era yo."


Nostalgia de Salinas en un día cualquiera en el que un arriero pasó por un hocino y rescató un poema. Sólo eso.


Lua

domingo, 20 de julio de 2008

Los domingos por la tarde


Hoy quiero tirar al hocino los domingos por la tarde porque siempre me estorban. Para mí, son otra muestra más de la Humanidad casi hiriente que nunca termino de entender del todo bien.


La semana pasa entre el ajetreo de los quehaceres postergados y las ilusiones ilusorias que nunca se cumplirán. Ruedan los días sobre horas de mantequilla, apartando la mirada de aquí y de allí, pero con un movimiento uniforme, casi como un baile.


52 veces al año sufro la misma sensación de pasmoso tedio ante el repentino advenimiento de un domingo por la tarde, donde no hay siquiera nada que desperdiciar. Una masa gris informe, como la de Michel Ende. Toca hacer confesión, resumen, penitencia, ayuno y promesas de mejora. Y así nos va. El té no ayuda, aunque tampoco hay que negarle la cualidad de amigo fiel donde los haya.


Los domingos por la tarde me derraman por encima todo el tiempo que desperdicio, que no es poco (siempre digo que "nunca llevo reloj porque no me gustaría saber cuánto tiempo pierdo en hacer tonterías"). Me miran raro, excepto a los que también llaman "raros". Que disfruten los demás de la puntualidad exacta, de las coordenadas justas y del té de las 5 de la tarde; para ellos es inconcebible no saber qué hora es ni dónde está uno y de ahí que les parezca del todo inusual que yo salte a la comba con la curva espacio-tiempo.


El domingo es uno de ellos: "¿Y los artículos Laura? ¿Los leíste el lunes? ¿él miércoles? ¿quizá te lo planteaste el jueves? ¿y hoy domingo, qué te parece hoy, té y artículos?". No, lo siento, los domingos no estoy operativa, los domingos estoy debajo de la cama esperando que alguien me ofrezca el plan del mes para dejar a un lado la mala conciencia, que me está voceando lo que debí hacer con la zapatilla en la mano.


Sólo hay un reloj en mi habitación y está entrenado para no saber dar la hora; es un reloj de la infancia que aún a día de hoy me está enseñando a decir "a las 9 en punto estoy allí", es tierno, extravagante, solitario y paranoico-crítico, como debe ser.


Mi imagen del tiempo es un Cambembert derretido (¡qué razón llevaba Aquél!), para otros no sé qué otra cosa puede ser. Hay un tiempo para cada persona, igual que hay un domingo para cada semana. En mi reloj entrenado, los malos momentos se recuerdan como chasquidos y los buenos momentos se me quedan atrapados con difícil huida como la mano en la melaza. Para otros, dicen, es al revés.


La persistencia de la memoria es diferente en cada uno, a mí, en concreto, me jode las semanas. Me comería los domingos por la tarde, a sabiendas de la indigestión.
Lua

"Lo mismo que me sorprende que un oficinista de banco nunca se haya comido un cheque, asimismo me asombra que nunca antes de mí, a ningún otro pintor se le ocurriera pintar un reloj blando"

jueves, 17 de julio de 2008

De grandilocuencias, melodramas y circos romanos


Hoy quiero brindar este jueves farragoso a todos las tragedias humanas del mundo: las que han ocurrido y las que han sido inventadas.

Uno puede sentarse con su plumífero bien afilado, o con un gustoso nudo de madera en la punta, allá cada uno, y escribir. Y escribir lo que apetezca escribir, sobre los vaivenes del euribor, la comida dominguera en España o sobre acontecimientos que brotan lágrimas en las películas de los domingos por la tarde.

Vengo al hocino con una carretilla llena de párrafos que me han revuelto la última de mis tripas en alguna ocasión. ¡Qué lugar más recóndito! aquí yacerá aquel párrafo de Fiodor relatando los vicios a los que se da el alma cuando se le cae encima la pobreza material:

-Señor -siguió diciendo en tono solemne-, la pobreza no es un vicio: esto es una verdad incuestionable. Pero también es cierto que la embriaguez no es una virtud, cosa que lamento. Ahora bien, señor; la miseria sí que es un vicio. En la pobreza, uno conserva la nobleza de sus sentimientos innatos; en la indigencia, nadie puede conservar nada noble. Con el indigente no se emplea el bastón, sino la escoba, pues así se le humilla más, para arrojarlo de la sociedad humana. Y esto es justo, porque el indigente se ultraja a sí mismo. He aquí el origen de la embriaguez, señor.

Aclaremos algo: hay que ser por lo menos primo lejano de Dostoievski para tratar con la crudeza que dan las estepas rusas un tema tan jodido como el de la miseria humana; que los mortales nos conformamos con escribir en un ordenador sobre cualquier cosa carente de interés.

Pido cinco minutos de silencio al auditorio para condenar el mal gusto, tan presente en nuestras vidas. Hay muchos tipos de gustos malos, pero sólo hay uno que deja ese sabor rancio en la boca, ese pestilente olor a podrido como el primer aliento de la mañana, y no es otro que el los burdos rumores que se pasean de boca en boca, dejando a su paso un rastro de morbosidad decadente, que dice mucho de todos pero todos callan en voz alta. "¿Quién le ha pedido a quién?".

Y aún peor, que ya los niños saben los peligros del boca-oreja en voz baja, con mentirijillas y por la espalda; mientras que los mayores han olvidado jugar, un niño de cinco años ya no espera que en teléfono escacharrao las noticias lleguen bien, se exagera, se grita, se incluyen palabras nuevas ("caca" siempre da mucho juego), hay risinas por lo bajini y, al final, una gran y unísona carcajada.

Hoy hemos jugado al teléfono, ¿verdad que sí? de una frase inocentona y casi pueril, si se apura (apurando mucho, que algún niño ya sólo disfruta de helados virtuales), "voy por un helado", hemos llegado a la pomposidad, al desgarro, la tragedia sofoclea, la continua perpetuación de la estirpe del miserable rey Edipo...¡Nos hemos rasgado las vestiduras! ¡Hemos convocado a las mejores y sonoras plañideras! ellas y sólo ellas, con sus puños golpeando en el pecho, sangrándose los senos, sus gritos desoladores y desconsolados, arrancándose pelo con los puños pecadores de sus pecadoras manos...sólo con estas manifestaciones de dolor propias de la desgracia humana que abruma la vida de todos y cada uno de los mortales, sólo ellas podían demostrar el dolor inhumano, el dolor que sólo los héroes, por semidioses, y las divinidades mismas son capaces de soportar en lo más profundo de su alma.

El helado era de limón, por cambiar y dejar el E-308, y la tragedia humana seguirá su curso otro día, como cada día, como en todas partes, cada vez que el tonto del pueblo hace uso de su grandilocuencia, de su propio melodrama y del circo romano que monta cada vez que se levanta.

miércoles, 16 de julio de 2008

¿Qué es un hocino?


- Se ha roto la bicicleta
- Pues tírala al hocino.

Con estas conversaciones crecí yo, en un pueblo recóndito de la Alcarria con su ermita, su panadería (Laurita, hija, ve en ca' la Encarna a por una de pan), su plaza del pueblo para los pasodobles, sus huertos pequeños, su parque con columpios oxidados, su polivalente, sus impresionantes huertos grandes, su cura poco religioso y, claro, con su hocino.

El hocino estaba al final del pueblo, detrás de la casa dEl millonario. Siempre que en mi familia se ha roto algo, se ha tirado allí; cada vez que queríamos arreglar tal o cual cosa, se buscaba en el hocino, en especial los motores de lavadora.

No será en exceso farragosa la metáfora esencial de este blog respecto a su contenido: yo escribiré mis grandes párrafos con mala letra y mi grandes porquerías con el lacito de Courier; si alguien usa de ellos yo no seré consciente, pero habré sacado de mí ese electrodoméstico que me estorbaba en la cocina en forma de pensamiento.

No me veo capaz de hacer un párrafo programático sobre el contenido, ni sobre la extensión de la dosis, porque a decir verdad es más que probable que mañana ya haya perdido parte del interés.Advertir de la inclusión de textos ajenos, a veces infundados y otros con todo el fundamento del mundo. El de hoy no tiene más raíces que una vieja lección aprendida de sopetón. ARENA EN LAS MANOS EN UN DÍA DE VIENTO. Con ustedes, que son yo misma, Claudio Rodríguez, por una época de tempestades que hoy me ha vuelto a las mientes:

AJENO

Largo se le hace el día a quien no ama
y él lo sabe. Y él oye ese tañido
corto y curo del cuerpo, su cascada
canción, siempre sonando a lejanía.
Cierra su puerta y queda bien cerrada;
sale y, por un momento, sus rodillas
se le van hacia el suelo. Pero el alba,
con peligrosa generosidad,
le refresca y le yergue. Está muy clara
su calle, y la pasea con pie oscuro,
y cojea en seguida porque anda
sólo con su fatiga. Y dice aire:
palabras muertas con su boca viva.
Prisionero por no querer, abraza
su propia soledad. Y está seguro,
más seguro que nadie porque nada
poseerá; y él bien sabe que nunca
vivirá aquí, en la tierra. A quien no ama,
¿cómo podemos conocer o cómo
perdonar? Día largo y aún más larga
la noche. Mentirá al sacar la llave.
Entrará. Y nunca habitará su casa.


Lua