miércoles, 24 de febrero de 2010

De bufones y princesas


Leí en un libro, no hace mucho, que los bufones en realidad son personas tristes que terminan por odiar sus propios chistes, que desprenden un halo de melancolía. Viven de emborracharse de la risa de los demás. Quizá sea esa su grandeza. Y su cruz.

Siempre he querido pensar que el bufón no abandona al rey aunque el palacio esté en llamas y que, por supuesto, si su amo muere, él se suicidará detrás. Sólo era un libro y además sé que mentía, porque decía que, al final, el bufón se quedaba con la chica. Cuando lo más probable era que se quitara el sombrero y se fuera a La Criolla a buscar otra princesa de barra y tacón.

Quiero agradecerte en este pequeño rincón que tengo en la web todas y cada una de las carcajadas que me has arrancado desde que nos conocemos (que no son pocas), cada uno de los chistes malos que no te he reído, cada vez que me has enseñado que la estupidez supera a la inteligencia, que me hayas hecho ver que hay otra forma de entender Grecia y de entender Roma, más allá de los estirados universitarios que no le ven el lado poético al asunto.

Llevo ya mucho tiempo presumiendo de conocerte, presumiendo de tu sentido del humor, de ti, aunque jamás te lo haya reconocido. Siento de veras que todas tus princesas se conviertan en sapos crueles a los pocos besos.

Juanma, está ahí fuera, te está esperando y te encontrará. Siempre que lo desees.


Lua

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