domingo, 27 de diciembre de 2009

USA on my mind


I have to say I had never thought of USA as my favourite country at all, even I used to hate its capitalism, its politicians, its kind of know-it-all. I was 16 and that was up to me.

One of the things I hate the most, more than 90's shoes, is the closed-minded people I met, with all these prejudices about other people, about other ideas, people who speak without knowing their real meaning, without caring of what it is hidden behind. I didn't like the States, just because of the news and my folks and that was all.

As always, this young nonsense has changed a lot. Out of the blue, I like english: the more I speak it, the more I like it, but it wasn't just the language, I like the culture, known from the real inside, not just by the bad and the good films I've seen, but by the Hendricks family. I've learnt more english than ever. The pumkpin bread, Dr. Pepper, the Julie's american cookies, fridge magnets with the states shape, the ECA High School, the silver hair of Troy, the love handles, how to pronunciate the "sh" with the candle in my mouth, the smores, Thanksgiving, how to spell "bee" and, the most importante thing, a wonderful family with a huge heart.

You introduced us, Daniel, and I'll always thank you. It was only your dream, now it's mine too. I want to work there in September, I want to live there with you, and I want you all to visit us in whatever state we took by drawing.

That's why USA is on my mind.

lunes, 14 de diciembre de 2009

Spam y mal gusto

Vengo al hocino con el maletero lleno de SPAM para tirarlo a la basura, que es su sitio obligado. Podrían alegar que cualquier otro día habría sido igual de válido para deshacerme de esta porquería. Y no les falta razón.

Hoy me han enseñado unas tetas que no quería ver, un culo que no me interesaba y una apestosa foto de un sobaco ajeno que no podía soportar su propio mal olor. Todo esto gratis, sin pedir consentimiento, ni a mí ni a nadie más, sólo porque algún cretino concibe el SPAM como una forma de dar a conocer un arte que ni existe ni es patente, que por arte, oiga, hoy ya venden cualquier cosa.

Diré que para mí el arte, para mí y para otros de cuyos nombres no quiero acordarme, no necesita de provocaciones baratas, de exclamaciones al final, de sorpresa máxima, de supuestas adiciones simples a la supuesta simple realidad.

Spam! Spam! Spam a lot!

Lua

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Canicas y horquillas


En la mesa del comedor puede una encontrarse cualquier cosa, desde una baraja de cartas mugrientas hasta las gomas elásticas marrones que tanta grima le dan a mi hermana. Amén de mi teoría personal de que todas las mesas de todas los comedores del mundo crían, por arte de magia, una o varias canicas que nunca han pertenecido a nadie, porque nadie recuerda nunca haber jugado con ellas en los últimos veinte años y, en cualquier caso, ningún niño dejaría sus canicas en el cajón de la mesa del comedor.

Lo que hay justo encima es un mantel de ganchillo que mi abuela hizo con las viruelas que da la vejez. Sirve de base para un centro de flores de plástico que, sin saber nadie cómo, ha desarrollado por sí mismo la capacidad de parecer mustio los días de lluvia y alegre con los rayos de sol que le arañan las hojas con barniz. Como alguacil al mando aparece un cenicero de cristal que, cansado de no recoger nunca la ceniza más que cuando a algún invitado grosero le da por fumar allí, se ha resignado y aguanta con renegación el fin último de todo cenicero de comedor: albergar horquillas que nadie usa y las cerillas de la boda del tío de la prima del vecino del segundo.

Debajo de la mesa suele estar el perro, mordiendo la zapatilla del primero que haya cometido la imprudencia de dormirse en el sofá, pero esta noche está tranquilo en su rincón. En parte porque hoy debajo de la mesa estoy yo. Costumbre y expresión que mantengo desde hace tiempo cada vez que, por algún motivo absurdo en algún absurdo momento, me convierto en el centro de atención y siento, poco a poco, cómo la sangre se me sube a la cabeza desafiando la ley de la gravedad. Sigo creyendo un poco que me vuelvo invisible aquí debajo.


Lua

lunes, 7 de diciembre de 2009

Kairós


Llegar a la butaca del cine después de los tráilers, subir al tren en el pitido último con el que se cierran las puertas, coger en el aire un vaso que se cae, un pañuelo que se vuela o un globo que se va.

Eso es el kairós, el tiempo justo en el que sucede un acontecimiento breve e indeterminable, para bien para mal. Intocable y escurridizo. En el lugar preciso, en el momento preciso. El don de la oportunidad que dice mi abuela. “Hablando del rey de Roma”.

La vida está llena del kairós repentino que nos rompe los esquemas: el adúltero cobarde que es pillado por sorpresa; el cincuentón afortunado de la lotería de Navidad de este año en el momento justo en el que compró, con mayor o menor fe, el décimo; el niño torpe que rompe una porcelana cuando está de visita; el estudiante mediocre que lee ansioso las preguntas del examen y, aliviado, se da cuenta de que puede responderlas todas.

Chasquear lo dedos, guiñar un ojo, meter un gol, sacar la lengua.

Lua

(Gracias a Axier Espinosa por la fotografía y la inspiración)