jueves, 9 de abril de 2009

Humo


Lo que soy, lo soy en silencio. No suele ser a menudo, pero hay días, horas que necesito pasar en el más estricto silencio porque hay sonidos del ambiente que no quiero perderme, que a veces me pasan desapercibidos: el tacto de la piel, la respiración de mi perro al dormir, a mi padre cantando "Cantinero de Cuba" desde el fondo de su habitación. Es entonces cuando la vida me merece la pena.

Desde que mi madre dejó de fumar los ceniceros en mi casa sólo son decorativos. Siempre me he preguntado por qué nunca empecé a fumar a la edad natural, a los 12 años cuando era lo socialmente admitido. He creado millones de teorías ad hoc para darle sentido, siempre al hilo de la conversación del momento. Lo cierto es que el acto en sí casi me parece poético, desde fuera claro, a los ojos de algún director de cine que se moleste en dedicarle dos o tres fotogramas al asunto. Desde dentro no, desde dentro, cuando alguien me fuma un cigarro en la cara, me da asco. Simplemente.

Horas de vacío para pensar en nada y ponerlo por escrito.


Lua


¿Cuál es mi eufemismo, extraño?

1 comentario:

Anónimo dijo...

Pues yo empecé a fumar un poco por eso, por el cine y por las ganas enfermizas que tienes cuando eres adolescente de probarlo todo, lo bueno y lo malo. Odiaba el tabaco como lo odian todos los niños. Tú lo has dicho, da asco. Pero es romántico y atrevido, es cine en blanco y negro, es poetas escribiendo a la luz de una vela marchita con un vaso manchado de vino. Y llega un momento en el que también eres tú mismo, porque no te ves sin tus espirales de humo "attorno".

Nada más, sólo quería mandarte un saludo. Y hacerte saber que de vez en cuando te leo, que supongo que para eso tienes el blog. Un beso!

(Hum, soy Marina, es que no me acuerdo de mi contraseña...)